
Sueños de oropel, sedientos de libertad reposan sobre anhelos de existencia yerta.
Asume el presente, sometiéndolo a hipnosis que anule agresiones de aquellos que se amparan al ‘servicio’ del Sumo Hacedor, predicando con ejemplo contrario (diabólico) abandonándoles a su suerte e intolerantes a las reacciones de quienes prometen proteger; aquella que proporciona guía espiritual, otorgando los santos óleos y convierte en pécora, por no conseguir su perseguido.
Con la sabiduría del amigo que sin interés alguno, le enseña a recorrer el viacrucis con ánimo, mesura y objetividad; la sonrisa del descreído que hace el bien no importando a quien; la ternura de su mascota siempre fiel. La lealtad de los amigos y compañeros de travesía que plasman huella alentadora acortando distancias y, la frivolidad del que empecinado dice: “No pasa nada”, porque de él, emana autenticidad y por ende, honestidad.
Nutre su espíritu, con la angelical mirada advertida del ser que aún sin nacer, traspasa desde el vientre de su madre; la sensibilidad de la princesa californiana y la caricia genuina de sus nobles guardianes, doble EE.
Con fe y sin absurdos fanatismos, respetando creencias y vomitando matriarcados, espera, el invierno calcine los avernos…
Su meta, alcanzar cuatrocientos kilómetros de distancia donde le espera la dinastía ‘…de menta y hierbabuena’ quien con su bálsamo, sanará las heridas y devolverá la calma.
Anaconstela
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