Foto: Imágenes Google: E. Pérez del T. (monólogo del tiempo)
No roce tu
pensamiento
la estela
de mí recuerdo,
ni tus ojos
muerdan
la mirada
fallida.
En las
letras de mí diario,
conservo tu
nombre
y en los
bordes del
penúltimo renglón,
figura el
sable que flageló
la miserable
madrugada.
No murmuren
tus labios
el manantial
que sigiloso
disuadió la encrucijada.
De lo
contrario, te alcanzará
el hado.
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