martes, 16 de febrero de 2010

DE MENTA Y HIERBABUENA.


Tus cabellos plateados,
prodigalidad de plenilunio.
Tus ojos, raudal de ternura
incrustaron mi sensibilidad
un dos de octubre en un
paraje denominado:
‘Ciudad Judicial…’
Mi niña, impregnada de
menta y hierbabuena
diligente confiaba en la reputación
de mí única neurona,
cual indómita guerrera
jamás claudiqué.
Por todo acuerdo recaído a promoción,
sigilosa preguntaba a los quejosos
si sus pupilas te advertían impacientes
con la magnitud de las mías.
Místico galanteo advertía en epítome a
excelencia testimonial
sacudida por inexorable arritmia
del músculo regido por
Cupido.
No quedando duda alguna, pues
con el roce de tus palmas experimenté
explosiva andanada de:
Fenil- Etil- Amina-, esencia febril.

Tú, docto… Yo, aprendiz.

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