martes, 4 de enero de 2011

CONCLUSIÓN.


Todas las tardes nos reuníamos
en medio de una laguna de
aguas fétidas, apostando ser
el primero en llegar a la cita.
A unos como a la muñeca
fea de Cri-Crí, nos dolía
el bracito, a otros, el cuello
o un ojito, a él, la muñeca,
la que sostiene sus cinco deditos
pero firme como la Torre Eiffel.
La convivencia era amena y
el positivismo reinaba ¡tanto! que,
olvidábamos el hedor de las aguas.
Poco a poco, se disgregaba el
grupo, uno a uno cumplía su meta
Veinticinco... de rigor y más.
Unos eran de aquí, otros de allá
sin embargo éramos
‘Todos para uno y uno para todos’.
Extrañábamos al que concluía su ciclo.
Hoy tocó su turno a él,
su ausencia deja un vacío
difícil de satisfacer.
Su humildad, ecuanimidad y sencillez,
lo hacen diferente.
La esperanza jamás se pierde y
seguramente nos volveremos
a encontar entre los laberintos
de ese mundo mágico,
donde la camaradería
juega un papel primordial
no importando credos
ni estratos sociales
sólo perseverancia en la lucha,
hasta alcanzar la victoria.


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